Raras veces ocurre el hecho de hallar un ejemplar vivo de una especie que se creía ya extinguida. Es el caso de la ballena pigmea. Cuando ya se creía extinta, en 2012 se encontró un ejemplar macho joven de la ballena franca pigmea (Caperea marginata) en Nueva Zelanda. Esto reabrió todas las investigaciones sobre esta especie y permitió estudiar su ADN, biología y comportamiento.
Pero como todos los hallazgos, generó controversia, puesto que las investigaciones sobre su ADN determinaron que la rama de sus ancestros se separó de las ballenas actuales hace unos 20 millones de años, y sin embargo, la forma de su hocico parecía emparentarlas con las ballenas de Groenlandia.
Todavía hoy no hay estudios fósiles que demuestren cómo evolucionó la ballena franca pigmea. Para entender cómo se encaja esta especie en el linaje de las ballenas, se están analizando cráneos y fósiles de estas ballenas y otros cetáceos primitivos.
La ballena franca pigmea
La ballena franca pigmea puede ser miembro de los cetoteríidos (Cetotheriidae) o cetáceos misticetos, una familia de ballenas barbadas que existió desde el Oligoceno tardío hasta el Pleistoceno temprano antes de extinguirse.
Aunque los estudios filogenéticos realizados por Fordyce & Marx en 2013 recuperaron a la ballena franca pigmea viva como miembro de Cetotheriidae, lo que convierte a la ballena pigmea en el único cetoteríido vivo, otros autores discuten esta ubicación y la consideran el único miembro de la familia Neobalaenidae, como un grupo hermano de cetoteríidos. Esta familia fue descrita por primera vez por John Edward Gray en 1846, como la más pequeña de las ballenas barbadas, con una longitud de entre 6 y 6,5 metros y una masa de 3.000 y 3.500 kilogramos.
En cualquier caso, después de su descripción por Brant en 1872, la familia de lo Cetotheriidae se utilizó como taxón de papelera o taxón general para ballenas barbadas que no eran asignables a familias de ballenas existentes.
La ballena franca franca pigmea rara vez se encuentra y, en consecuencia, se estudia poco. Sin embargo, se sabe que es, con mucho, la más pequeña de las ballenas barbadas.
Hábitat y características
La ballena franca pigmea se encuentra en aguas templadas del hemisferio sur y se alimenta de copépodos y eufáusidos. Se sabe poco sobre su población o hábitos sociales. A diferencia de la mayoría de las otras ballenas barbadas, rara vez ha sido objeto de explotación.
La ballena franca pigmea posee un cráneo que la ha catalogado como el último miembro viviente de una antigua familia de cetáceos misticetos llamados Cetotheriidae, que vivieron hace unos 15 millones de años y ocuparon los océanos durante mucho tiempo, pero se extinguieron hace 2 millones de años.
El espécimen sorprendió a los investigadores con sus características (desconocidas hasta la fecha del hallazgo), pues a diferencia del resto de ballenas francas australes, las mandíbulas de la ballena franca pigmea no son tan pronunciadas y además posee aleta dorsal como sus parientes los rorcuales.
Además presenta la laringe a un lado del centro del tracto respiratorio y no en el centro y posee más costillas que el resto de ballenas, con las últimas superpuestas (las costillas en las ballenas contribuyen a la rigidez del esqueleto, con lo cual esto podría mejorar su capacidad natatoria).
La ballena franca pigmea, como la mayoría de las ballenas barbadas más pequeñas, se alimenta de krill. Su enorme boca absorbe grandes cantidades de agua y luego filtra el krill a través de placas de barbas, escupiendo el agua libre de krill.
Parece vivir en los océanos del hemisferio Sur sin acercarse mucho a la costa, pero nada se sabe sobre sus hábitos y estructuras sociales. De hecho, se sabe muy poco sobre el comportamiento de la ballena franca pigmea. Debido a que no se han observado en absoluto, su comportamiento social es un gran misterio.
Los datos moleculares obtenidos tras este hallazgo indicaban que esta especie estaba cercanamente relacionada con las ballenas francas y la de Groenlandia y sigue ayudando a explicar el linaje y cómo evolucionaron las ballenas francas pigmeas, así como también ayudará a aclarar el punto en el que este grupo divergió de las ballenas que conocemos, dejando un ancestro común y permaneciendo esta especie como lo que han apodado “un fósil viviente”, pero se espera la aparición de especímenes adicionales para resolver los resultados conflictivos.
El color y la forma de la ballena franca pigmea, gris oscuro dorsalmente y gris más claro ventralmente, comúnmente con un par de parches más claros en forma de galón detrás de los ojos, es similar a la de las ballenas minke enanas y minke antárticas. De hecho, en el mar la especie puede confundirse fácilmente con estas dos especies. La línea de la mandíbula arqueada no es tan pronunciada como otras ballenas franca pigmeas y puede no ser suficiente para distinguirla de una ballena minke.