Los delfines generalmente comen pescado, calamares, pulpos y camarones. Los delfines no solo abren la boca y comen pescado; utilizan diferentes técnicas de caza para atraparlos. En cambio, los delfines agarran al pez por la cola y lo golpean contra la superficie del agua, rompiendo el pez en trozos más pequeños que luego son más fáciles de comer.
Los delfines son una familia de cetáceos odontocetos muy heterogénea que comprende 37 especies actuales. Para ser más concretos, los cetáceos se dividen en dos subórdenes: las ballenas con barbas (Mysticetos) y las ballenas dentadas (Odontocetos), como los delfines.
Existen unas diferencias claras para esta clasificación, una de las cuales es que los primeros sólo poseen melón (órgano que explicaremos más adelante) en la etapa fetal y no se desarrolla completamente en la etapa adulta. Los segundos, sí lo tienen y gracias a esto, han desarrollado un sistema sensorial especial para localizar y evitar objetos.
Técnicas de caza de los delfines
Los delfines utilizan tácticas de caza muy diversas. Destacan las siguientes:
Pastoreo
Generalmente se realiza por un grupo de delfines que rodean un banco de peces para mantenerlos lo más apretado posible. Después de esto, todos los delfines se turnan para pasar por la concentración de peces y alimentarse de uno en uno mientras los demás mantienen el banco de peces lo más empaque posible, haciendo que cada turno a través del banco de peces sea más eficiente para atrapar la mayor cantidad posible de peces.
Acorralamiento
Se utiliza cuando un banco de peces perseguido por un grupo de delfines es llevado a aguas poco profundas de donde no pueden escapar, manteniéndolos cerca de la orilla y rodeados por la manada de delfines. Después de esto, los delfines simplemente capturan estos peces y también se turnan para comer.
Columnas de barro
Informa el National Geografic que los delfines en Florida tienen una forma especial de cazar: agitan columnas de barro en forma de anillo con sus colas y peces de corral en un círculo cada vez más apretado. Debido a esto, los peces asustados saltan del agua, donde las bocas de los delfines que esperan.
Sacudiendo el pulpo
Alimentarse de pulpos es una tarea peligrosa para los delfines, puesto que los tentáculos de los pulpos pueden provocar el ahogamiento del delfín. Para evitar esto, los delfines sacuden y lazan al pulpo sobre la superficie del agua para matarlo e incluso romperlo antes de comerlo, de modo que los tentáculos no se adhieran al tracto digestivo del delfín.
La ecolocalización
Al igual que otros vertebrados, como los murciélagos o las polillas, utilizan la ecolocalización para obtener información del entorno. Esta, funciona en ausencia de luz y en aguas turbias y oscuras, con lo cual facilita la navegación y la alimentación en el océano, siendo más eficaz que la propia vista.
Podríamos decir que funciona como un sónar muy sensible. El delfín emite unos sonidos chasqueantes en forma de ráfagas de una duración entre 70 y 100 microsegundos, y espera a que el eco sea devuelto. Las ondas acústicas viajan a través del agua a una velocidad aproximada de 1,5 km/sg. El tiempo que pasa entre dos sonidos es menor conforme el objetivo está más cerca.
El cerebro recibe las ondas en forma de impulsos nerviosos que retransmiten los mensajes del sonido y permiten al delfín interpretar los significados del sonido, como: tamaño, proximidad, dirección, velocidad, etc.
Existen diferentes frecuencias para los sonidos emitidos. Los sonidos de baja frecuencia tienen un alto poder de penetración, así que pueden recorren grandes distancias, lo que le sirve al animal para interpretar la topografía de la zona y navegar. Los sonidos de altas frecuencias, sin embargo, sirven para localizar presas cercanas y comunicarse entre ellos.
El melón
Los delfines producen estos sonidos al hacer pasar el aire a través del conducto respiratorio y de los sacos aéreos, manteniendo el espiráculo cerrado. El melón, un órgano graso de la cabeza, enfoca estos sonidos en un eje direccional.
El eco, por la contra, es captado en forma de vibraciones por los dientes de la mandíbula inferior y pasan al oído medio pasando por una cadena de huesecillos y llegando a la cóclea, en el oído interno. Aquí, se analizan las frecuencias y se convierten en impulsos eléctricos para enviarlos a la oliva superior, que detecta las diferencias de tiempo para localizar la procedencia del sonido.
Algo curioso de este tema, es que los cetáceos en cautividad no emiten ningún sonido fuerte, puesto que el eco provocado al chocar contra las paredes de un acuario, podría dañarles los oídos.
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