La motivación para hacer deporte no es algo que aparece sin más, sino que la crea y refuerza uno mismo. Es necesario ir más allá de las propias barreras mentales para abrir la puerta a nuevas ideas y nuevas actitudes.
Quien nunca ha hecho deporte o ha estado inactivo durante mucho tiempo, necesita un tiempo de adaptación. Al principio puede costar, porque nos resultado complicado adaptarnos a una nueva rutina que, además, nos exige un esfuerzo considerable.
Para encontrar esta motivación que necesitas, fíjate en lo siguiente:
- Acepta el hecho de que tienes que hacer ejercicio. Es bueno para tu salud física y mental. Tal vez no veas resultados a corto plazo, pero lo tienes que hacer. Igual que tienes que dormir o tienes que ir a trabajar. Lo haces y punto.
- Revisa tu estilo de vida, y fíjate en cuánto tiempo permaneces sentado o quieto, o en lo mucho que te costó realizar algún esfuerzo físico extra. Si haces ejercicio te moverás y estarás más fuerte y preparado para la próxima ocasión que tengas que hacer algo que requiera energía.
- Piensa en el ejercicio como un medio, y no como un fin. Plantéate que el ejercicio como un medio para estar bien. Si haces ejercicio con un fin, el que sea, si no ves resultados pronto o te cuesta alcanzarlos es fácil que pierdas interés. Sin embargo, si el ejercicio es un medio que te permite encontrarte mejor, seguirás haciéndolo, porque eso lo consigues siempre.
- Encuentra el ejercicio que realmente te gusta. Hay muchas maneras de hacer ejercicio, muchas opciones. Encuentra la que te gusta, la que te hace sentir bien, la que más te motiva. No tiene por qué ser lo mismo que hacen tus amistades o lo que esté de moda.
- Se percibe la actividad como demasiado cara.
- Mal ambiente entre los participantes (algún miembro molesta con su actitud).
- Condiciones ambientales desfavorables (temperatura, humedad, sonido…).
- Incomodidad.
- Se percibe falta de profesionalidad en el monitor.
Hacer bien el deporte lo hace menos agotador
Para muchas personas, hacer deporte resulta tan agotador que no necesitan más excusas para dejar de hacer ejercicio. Pero, ¿realmente es necesario pegarse una paliza de miedo para que el ejercicio sea beneficioso?
El psicólogo Hendrik Mothes del Departamento de Ciencias del Deporte de la Universidad de Friburgo y su equipo descubrieron que, las propias expectativas sobre deporte agotador o no, tienen una gran influencia en la dureza del esfuerzo que se percibe cuando se hace deporte. Los investigadores también encontraron que la forma en que la persona hacía el deporte y cómo se sentía jugaba un papel importante en este sentimiento de tensión.
El equipo de investigación propuso a 78 hombres y mujeres de entre 18 y 32 años al laboratorio pedalear sobre una bicicleta estática durante 30 minutos. De antemano, se les pidió que dijeran lo atléticos que pensaban que eran. Y se les pidió que se pusieran una camiseta de compresión fabricada por un conocido fabricante de artículos deportivos. Durante su ejercicio, se les preguntó cada cinco minutos qué nivel de cansancio estaban experimentando, para ver si sentían el deporte agotador o no.
Justo antes del ejercicio, los participantes fueron asignados a diferentes grupos. A cada grupo se le mostró un corto diferente, bien sobre los efectos positivos para la salud de la próxima actividad ciclista, o bien para reducir sus expectativas sobre el ejercicio. Las camisetas de compresión también fueron mencionadas, bien para elogiarlas, bien para indicar que harían comparables las sudoraciones de las personas de la prueba.
Lo que los participantes no sabían era que los investigadores usaron estos cortos para influir en sus expectativas respecto a la sesión de ciclo que harían después.
Los resultados mostraron, como era de esperar, que el entrenamiento resultaba menos intenso para las personas de la prueba que empezaron con una actitud positiva. Cuanto más atléticos se percibían los participantes, más fuerte era este efecto. Sin embargo, las expectativas positivas no ayudaron a los participantes que se consideraban poco atléticos. Los investigadores también encontraron que creer en los efectos de la camiseta de compresión ayudó.
En los sujetos que se consideraban atléticos, no se dio ninguna diferencia, pero para aquellos que dijeron que no eran muy buenos en los deportes, el efecto mejoró bastante. Simplemente la creencia de que la camiseta ayudaría, ayudó a los sujetos que se consideraban «no deportivos» a tener una menor percepción de la fatiga durante el ejercicio, explican los investigadores.
¿Por qué se deja el deporte?
La primera razón, el aburrimiento, solo debería ser considerada importante si la tasa de abandono por este motivo es alta. Pero puede pasar que, de vez en cuando, surja alguien que se aburra con esta actividad.
Otro motivo muy habitual para abandonar la práctica deportiva es que el participante se sienta incapaz para realizar el entrenamiento. En los casos en los que haya un problema real es importante asesorar al cliente sobre lo que más le conviene. Por ejemplo, hay mucha gente cuyo problema es muscular y que necesitan tonificar.
Otros razones para abandonar son:
- No están acostumbradas a estar activas y el tener que reorganizar su horario les causa estrés, ansiedad e incluso resentimiento.
- La vida de hoy no requiere tanto movimiento, y no ofrece tantas oportunidades para moverse. Esto crea apatía y apoltronamiento. Y hace pensar que no es necesario hacer ejercicio.
- Consideran que el ejercicio es un lujo que solo se pueden permitir unos pocos que, además, necesitan perder peso o necesitan hacer rehabilitación. Cuesta mucho dinero y exige mucho tiempo.
- Consideran que el ejercicio es inútil. Al fin y al cabo, es muy difícil ver resultados.
El papel motivador del entrenador
Sea cual sea la disciplina que imparta, el entrenador ha de saber motivar a los participantes. Eso implica mantener un alto grado de motivación propia. Y no siempre es fácil. Especialmente en disciplinas colectivas, no solo por el nivel de esfuerzo físico y mental que exigen, sino por lo que se espera del instructor que dirige estas clases.
A continuación ofrecemos algunos consejos e ideas para mantener la motivación del grupo.
Crea un ambiente positivo
Desde el minuto 1 debes entrar con una actitud extra-positiva. Deja fuera cualquiera cosa que te atormente o moleste. Si estás cansado, dolorido, lesionado o de mal humor, no importa. Deja todo eso en el vestuario (si lo quieres recuperar, allí estará para que lo recojas cuando vuelvas).
Utiliza afirmaciones positivas (son contagiosas), sonríe, saluda a la gente… Regala buen rollo y cosecharás buenas vibraciones.
Crea sesiones divertidas
Puedes crear clases divertidas y entrenamientos duros y exigentes al mismo tiempo. Sobre todo al principio tienes que crear un ambiente que se preste a la diversión. La música es tu gran aliada. Utiliza temas que levanten el ánimo, sé creativo con la música e incluso con la manera que planteas la técnica. Crea atmósferas imaginarias en las que podáis sumergiros a la hora de pedalear. Y, sobre todo, juega con la variedad. Sorprende de vez en cuando.
Implica a los participantes
Haz que la gente participe. Ya sea gritando, animando, cantando, dando palmas o haciendo algo diferente que los saque de la rutina, que los haga sentirse parte del grupo, parte de un equipo. Pregúntales qué tal están, de forma general o de manera individual. La intención es obtener una respuesta positiva, que se lo crean, que sonrían.
Celebra los éxitos
El final de una sesión es una llegada a la meta. Eso hay que celebrarlo. Siempre. También se pueden celebrar hitos intermedios que requieran gran esfuerzo. Felicita a los participantes. Alaba su esfuerzo y su coraje. Y no te olvides de las personas que día a día van mejorando y que ayudará a mantener su motivación.
Aprende de tus errores
No todos los días impartirás clases increíbles. No pasa nada. Analiza lo que ha pasado, encuentra donde estuvo el error y aprende de todo ello.
Sé realista
Si das más clases de las que realmente puedes soportar, si subes el nivel más allá de lo que puedes o, en el caso contrario, si preparas sesiones demasiado exigentes para tu público o empleas música o temas que no encajan con el gusto de los asistentes, sé realista. Analiza a qué tipo de gente vas a dar clase y, si es el caso, sé honesto con tus posibilidades.